Miguel Villafañe: Uno podría sospechar en principio que al estar en frente de la facultad de filo, algunos autores, algunos títulos se moverían más, pero no es tan así. En realidad se vende poco. Los libros de Viñas se venden bien, pero uno en principio puede pensar que el estudiante de Letras compra más libros. Y no es así. No sé de dónde leen, no sé de dónde estudian. Quizás leen más de los apuntes, de una fotocopia de un capítulo… yo me doy cuenta porque nosotros hicimos Literatura argentina y política en el 2004, 2005 y es un libro que todavía no se agotó. Rarísimo. Sin embargo, otro libro que publicamos de David, Indios, ejército y frontera, sí se agotó. Pero ese es un libro que tiene otro público, transciende el ámbito de los estudios literarios, específicamente universitario, es más de estudios culturales, el espectro de lectores se amplía. El año pasado lo agotamos. Es un libro que siempre se pide, tal vez sea por el tema también, despierta mucho interés. El estudio literario, la crítica, está cada vez más relegado para especialistas. Sin embargo cuando se editó la primera vez Literatura argentina y realidad política, en los años 60, tuvo venta masiva: fue un best seller.
Sur de Babel: ¿Por qué lo quisiste reeditar?
M.V: Porque es un libro fundamental. No se puede pensar la crítica literaria contemporánea sin haber pasado por ahí. No solo por el tema, sino por el tratamiento, la manera de tratar la literatura, las vinculaciones con la historia, con la sociología, con lo que Viñas y el campo cultural estaban leyendo en ese momento. Hay una matriz de pensamiento muy fuerte ene se libro, es insoslayable. Es la gran obra de la literatura argentina que reflexiona sobre sí misma de la segunda mitad del siglo XX.. Uno tiene que andar mucho para encontrar algo así, no es fácil. Es un acontecimiento intelectual muy importante.
SdB: Siempre pensaste tu catálogo con un lugar para la crítica –al rescate de obras como las de Viñas, por ejemplo- y otro para la literatura. ¿Cómo lo fuiste armando?
M.V: El catálogo depende de mí, de mis intereses. Hay una marca muy personal. En ese sentido, la obra de Viñas para mi es muy importante.
SdB: ¿Hace cuánto empezaste con este proyecto?
M.V: En el 2002.
SDB: ¿Antes qué hacías?
M.V: Trabajaba en una librería. No recuerdo muy bien cómo se me ocurrió lo de la editorial, honestamente. Fue algo que se dio naturalmente. En un momento pensaba que podía ser un buen complemento en mi trabajo de librero, y una vez que me metí en esto, la misma dinámica del trabajo me fue estimulando para pensar mejor las cosas, a tener otra perspectiva, muy diferente a la del oficio del librero. El oficio del librero consiste en organizar una librería a partir de la buena lectura de los catálogos; que también está tamizada por el gusto de uno, por un interés estético o político particulares. Y en el trabajo en la editorial es también un poco eso, pero en otro nivel. Hay también una selección que trasciende el espacio de la librería: se piensan otras líneas de fuerza, otras oportunidades, otras necesidades, más vinculadas con lo social. Pero se complementan los dos trabajos.
SdB: ¿Alguien te ayuda con el armado de las colecciones?
M.V: En la primera época de la editorial, trabajaba con Laura Estrin ella, leía y sugería cosas para publicar. La primera marca a la editorial se la da ella, a las colecciones de literatura. Se leyó muchísimo. Llegaron muchos originales que se iban seleccionando. Si ves los primeros libros del catálogo, hay una línea de coherencia muy fuerte: es la impronta que le dio Laura.
SdB: ¿Qué fue lo primero que sacaron?
M.V: Lo primero que sacamos fueron dos libros: Las aventuras de un novelista atonal de Alberto Laiseca y una ficción de Milita Molina, Los sospechados. El libro de Laiseca me interesaba a mí particularmente, y al de Molina lo propuso Laura, y me pareció que estaba bueno. Me pareció un buen programa publicar esos dos libros a la vez. En esos libros está condensado el programa y son fundantes de la editorial. El libro de Laiseca muestra la consagración de un libro a partir de un equívoco, es un editor que quiere fundirse, que publica un mamotreto horrible e ilegible y, sin querer, termina pegando un best seller. Me pareció que era un buen texto para pensar el espacio editorial y literario actuales. Y el de Molina es un libro que pone en escena el rechazo del autor ante la posibilidad de consagrarse, es un libro que genera muchos problemas con el campo literario: lectores, periodistas culturales, críticos, editores…. Me pareció que estaba bueno publicar eso también. Arrancamos con esos libros y después salió la antología de “Literal” de Libertella, el libro de Leónidas [Lamborghini], de Nicolás [Rosa]… Y por otro lado estaba la colección de cine que la dirigen Emilio Bernini y Domin Choi. Allí empezamos publicando la revista Kilómetro 111. A partir de acá armamos la colección de cine, que nos posiciona en las librerías. Sino estábamos condenados a un segmento muy pequeño de lectores que hacía inviable el emprendimiento desde el punto de vista comercial.. Pocos lectores compran los libros de Nicolás Rosa o la antología de Literal.
SdB: ¿El proyecto de la antología de la revista “Literal” fue de ustedes o ya lo tenía pensado Libertella?
M.V: Libertella lo tenía más o menos cocinado. Lo presentó y estaba buenísimo.
SdB: ¿Y cómo les fue con la antología de cuentos coreanos, las que hizo Oliverio Coelho?
M.V: Fui feliz con ese libro, lo propuso él y salió muy bien. El año que viene lo vamos a reeditar porque ya está agotado. Les contaba que la colección de cine nos abre mucho la recepción de la editorial y nos proyecta afuera. Empezamos a vender a España, México, Perú, Chile.
SdB: ¿Y con traducciones?
M.V: De cine, sí hicimos, la de Serge Daney, la primera traducción al español de Daney: Cine, arte del presente.
SdB: Y se han traducido afuera libros de Santiago Arcos?
M.V: No. No nos ocupamos de desarrollar este aspecto de la editorial ya que al principio funcionábamos dentro de una librería, era un emprendimiento amateur. Y la comercialización estaba en manos de un distribuidor, hasta el año pasado. Los primeros cuatro años de la editorial, fueron así, más amateur, pero también los de mayor crecimiento. Coincidió con la expansión con la industria del libro en Argentina, luego se estableció en una meseta y cayó. Hoy el sector de la industria del libro y los emprendimientos literarios independientes están en caída.
SdB: ¿Y cómo ves actualmente el campo editorial y literario?
M.V: Yo pienso que el medio está muy enrarecido ahora. Hay sobre saturación de libros, hay muy pocos espacios, muy poco espacio en las librerías, no hay más librerías, las cadenas están en crisis. Y hay señales alarmantes, en general, en el ámbito cultural. Pero a mí me parece que esos vicios proyectados van a poder jugar en una especie de limpieza y fortalecimiento de los proyectos editoriales independientes. Y seguramente van también a aparecer de nuevo librerías en los barrios. De todos modos hay que reconocer que la industria editorial española sigue siendo la dominante, hay mucho flujo de libros españoles a la Argentina, sobre todo, las librerías importantes están saturadas de libros españoles.
SdB: Nosotras queremos empezar el contacto con editoriales de Latinoamérica, porque justamente pasa lo que vos decís, conocemos lo que pasa allá, o por lo menos algo de lo que pasa allá por los españoles que los editan. Queríamos empezar a tener el material que ellas editaban. En principio la idea era online, ya que sabemos que el primer problema acá es el correo. Y tuvimos muy mala respuesta. Vos creés que con esta sobresaturación de libros que hay, la digitalización puede ser una alternativa de intercambio?
M.V: Sí, es una buena manera y hay que aprovecharla. Lo que pasa es que hay incertidumbre con respecto a ese tema. Yo sigo confiando en el libro. 1500 libros es una cantidad irrisoria. Si los libros son buenos, deberían tener esa cantidad de lectores. Estamos hablando de una cantidad de millones de personas que leen y escriben en español. Aunque también el problema del analfabetismo acá en Argentina es grave.
SdB: Y en cuanto al mapa literario de ahora, ¿cómo lo ves?
M.V: Yo leo muy poco. Prácticamente de autores contemporáneos no leo nada. Sobre todo en relación a la cantidad de libros que salen, hay que hacerse de mucho tiempo para leer. Además como yo tengo una especie de deformación profesional, leo poco, a veces salteado, de atrás para adelante, algo del medio: me armo mi propia aventura. De lo que estoy seguro es que hay editoriales que están marcando una impronta bastante fuerte en la narrativa argentina. Cada una sigue una tradición, determinados problemas que tal vez ahora no se puedan leer definitivamente bien, porque estamos muy pegados. A mi me gusta mucho lo que está publicando Entropía, es generacionalmente interesante. Me gustan mucho los libros que salen por Mansalva, que también es muy coherente. Son dos editoriales muy coherentes. Hay muchas editoriales, muchos proyectos, y muchos autores que publican en muchas editoriales pero hay pocas editoriales coherentes. En general la coherencia se da cuando el editor es dueño de su editorial y no “terciariza” el trabajo de seleccionar los textos: ahí entran a jugar las especulaciones del mercado y se pierde mucho de lo más interesante del oficio: el riesgo.
SdB: ¿Hay algún autor que te gustaría publicar en Santiago Arcos, que tengas en la mira para el futuro?
M.V: Hace un tiempo conocí un muchacho, que se llama Javier Ragau que tiene
un par de novelas alucinantes, pero no lo puedo encontrar, no me contesta los
mails. Tiene ediciones de autor. Me encanta. Tiene dos novelas, una se llama
Sociedad de consumo y otra es El ataque de los moscovitas, algo así. Una es una
especie de policial bastante bizarro y otra de ciencia ficción, muy delirante.
Escribe desde el género, con una libertad increíble. En la línea de Laiseca, del
primer Aira: es fulminante. Le compré los libros en la FLIA. Es muy raro.
SdB: Con el de Casas, ¿cómo les fue?
M.V: Bien, vamos por la tercera edición de Los Lemmings y otros y de Ocio también vamos a sacar la tercera dentro de poco. Y vamos a publicar su último libro de ensayos, Breves apuntes de autoayuda, una compilación de todo lo que él escribió de cine y literatura. Yo a Fabián lo venía leyendo por lo que él estaba publicando en Cartonera y alguna otra cosa que había leído por ahí. Y se estableció una sintonía con una voz. La voz que él plasmó en los relatos de Los Lemmings es una muestra muy importante de toda una movida generacional, y organizar todos los textos en un libro, potenciaba eso que él había captado: una especie de coral alucinante. Fue un buen laburo. El libro se organizó a partir de los cuentos que él tenía y otras cosas y se armó un libro bastante coherente. Fue un trabajo de edición que nos gustó mucho. Lo mismo pasó con el libro de Nicolás Rosa, La letra argentina, que para mí es el mejor libro de la editorial. Eran trabajos que él tenía dispersos y se organizó como una breve historia de la literatura argentina. Arranca en Alberdi y termina en Perlongher. Y abarca distintos momentos de la crítica que practicó Nicolás. Es un muy lindo trabajo. Y las colecciones que tenemos también me gustan mucho.
Después la charla siguió por el recorrido que nos hizo Miguel a través de todas las colecciones de la editorial. Hermosos libros. Bienvenida, entonces, Santiago Arcos a Sur de Babel.
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