jueves, 2 de diciembre de 2010

Próximamente: Reedición aumentada

Otros mundos de Gonzalo Aguilar

Maite Alberdi, de Revista La Fuga, sobre la primera edición de Otros mundos:

Personas que interpretan personajes, una narración capaz de incorporar el azar dentro de su construcción, un sonido indiscernible y constructor de imágenes y películas que pueden llegar a politizar a partir de pequeños conflictos hacen factible la posibilidad de reconocer los nuevos mundos que comienzan a enunciarse dentro de la cinematografía argentina y que para el autor podían resultar difíciles de esbozar en el presente. Los límites y las intenciones parecen precisarse cada vez más en las puestas en escena, tanto, que cuando vemos nuevas películas parece que reconocemos en ellas rasgos de las anteriores; quizás la diversidad fomentada en la primera década del nuevo cine argentino a comenzado a diluirse al instaurarse ciertos rasgos que han sido avalados por los espectadores, los festivales y la crítica.
Al analizar el presente resulta difícil ser conclusivo. Aguilar por su parte, construyó lo que se propuso, una articulación crítica capaz de potenciar la dimensión cultural, social y cinematográfica de los films en su conjunto, evitando centrarse en un análisis contenidista. No sabemos si realmente los fragmentos que recordamos y las imágenes que analizamos marcarán el comienzo de una constante renovación, o serán sólo un período que estableció un canon. Mientras tanto, nos podemos quedar con el modo de escritura crítica de Aguilar y las huellas que recogió del presente:
"Con una apertura de la que carecen otras artes del período, el cine se transformó, en los últimos años, en el lugar en que se plasmaron las huellas del presente y es por eso que puede recurrirse a las películas para responder a las preguntas sobre por qué, pese a que los mundos se están evaporando, algo persevera.
Esta huella del presente, sin embargo, nunca se exhibe de un modo puro y evidente. Una de las tareas de la crítica es construir su propio objeto a través de las películas con el fin de dar cuenta de la relación entre film y sociedad."


Imágenes de una de las películas incorporadas en la nueva edición: Historias extraordinarias, de Mariano Llinás.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Reedición! Ocio seguido de Veteranos del pánico

Ocio fue la primera vez que escribí narrativa, en 1994, y me costó muchísimo, tardé como cuatro años y son 70 páginas, ¡soy de madera! Escribí una primera versión en un cuaderno, la pasé a la computadora y perdí la computadora, después la pasé a otro cuaderno. La cuarta versión la leyeron Daniel García Helder, Fogwill, Alejandro Caravario, y me dijeron lo que estaba bien o lo que estaba para atrás. La dejé en un cajón un año, mientras escribía los poemas de El salmón. Me había dado cuenta de que tenía una pulsión para narrar cosas que excedían el verso del poema, que tenía que ser una respiración más larga. Muchos me desalentaban y me decían que no escribiera narrativa, pero siempre hago lo que me resulta más difícil porque me estimula.”
Ver más info y fragmento

martes, 16 de noviembre de 2010

Presentación Tú... Recuerda el Yo Real

El juguete ocioso

"La edición alemana del libro me llamó la atención porque el título es Elogio de la pereza. No se llama Ocio. Y yo lo veo como algo productivo, como dice Heidegger: uno en el estado de aburrimiento siente por primera vez el ser. Así que yo lo entiendo de esa manera. Me parece que es como una sensación productiva: aunque siempre estamos dentro de las líneas del mercado, es salirse un poco y bajarse de esa alienación. Es un momento irrepetible en la vida de una persona: uno está en su casa, escuchando los discos que le gustan, masturbándose, no sabiendo qué hacer con su vida pero, a su vez, también con un montón de cosas que se pueden ver en el horizonte y que pueden llegar a pasar. Para mí, ese tipo de ocio es un momento super interesante."
Fabián Casas en una entrevista para Página 12


El juguete ocioso

Por Juan Pablo Bertazza para Radar


Casi al comienzo de Ocio –la nouvelle de Fabián Casas–, el protagonista Andrés Stella cuenta que, cuando fuma porro, su amigo Roli “empieza a hablar con el tono afectado de los actores en las películas argentinas”. En la adaptación al cine de Ocio, a cargo de Juan Villegas (Sábado y Los suicidas) y el periodista Alejandro Lingenti, esta afectación dice presente en algunos diálogos incoherentes y altisonantes, como el que tiene el protagonista junto a dos amigos, tomando cerveza, en una terraza desde la cual se ve el Parque de la Ciudad, y sobre todo en una guitarra fuerte y distorsionada –descuella la música de Ariel Minimal– que irrumpe permanentemente en el argumento, tal vez como expresión del propio ruido mental. Una afectación que no es falla sino propuesta estética.

“Se trata de una versión libre”, aseguraron los directores. Sin embargo, más que una versión libre, la de esta película parece una versión ociosa, es decir, no muy fiel al contenido, pero sí muy fiel al espíritu del libro. Como si los realizadores hubieran captado a la perfección la desidia de su protagonista para hacerla trascender al espíritu de la película, como si la misma lectura del libro hubiera seguido los patrones de la pereza, de la ociosidad: algunos personajes son ignorados, otros puestos en relevancia, lo mismo que sucede con ciertos escenarios y líneas argumentales. Hasta en los detalles parece abundar el desvío de una lectura un poco vaga: ahí donde en el libro se habla de Viaje al fin de la noche de Céline, en la película aparece El primer hombre de Camus, y la obsesión del protagonista por el lado B de Abbey Road cede en la película a la música de Pescado Rabioso. La película capta y reproduce a la perfección la atmósfera ociosa de Ocio: si bien la ficción sucede casi en su totalidad en pleno invierno, lo que transmiten tanto el libro como la película es una fuerte sensación de pegajoso calor, de siesta, fracaso, aire acondicionado y persianas que combaten el sol.

Pero, ¿de qué hablan cuando hablan de ocio tanto el libro como la película? Uno de los principales referentes de la generación poética del ‘90 –la publicación de su poesía completa hasta la fecha por parte de una editorial como Emecé constituyó una consagración a la que cuesta encontrarle antecedentes, inédita para un poeta con trayectoria, pero joven–, el ocio de Fabián Casas parece ser la contracara perfecta de lo que fue el confort en el menemismo, y a su vez una de las primeras intenciones en poner por escrito sus nefastas consecuencias: ahí donde había lugar para deme dos, consumismo, shopping y viajes a Disney y Europa, este libro publicado en el año 2000, poco antes de la hecatombe que demostraría que menemismo y delarruismo eran dos caras de la misma moneda, muestra el espejo siniestro de esa comodidad. Lo interesante y raro de la película es que, lejos de escaparle al bulto a un tema que estaba esbozado en el libro, le encuentra nuevas resonancias: la relación con el dinero. Además de marcarles insistentemente a familiares y amigos su falta de plata (algo que ya deberían saber), el conflicto monetario del protagonista y acaso de gran parte de esa generación que compró el discurso del confort para luego quedar seducida y abandonada en la pobreza integral de su clase media, es expuesto en una escena que brilla por su lucidez: cuando junta dinero y al fin sale de su casa para ir a la cancha, el protagonista se olvida el billete en medio de su cama. Es decir, los problemas con el dinero atañen no sólo a lo tangible sino también a lo simbólico, a tal punto que tenerlo no siempre significa poder utilizarlo. El ocio, en ese sentido, constituye no la licencia sino la imposibilidad de ser productivo y disfrutar para serlo aun más, se cuente o no con dinero.

Pero además de esa ociosa fidelidad, la película también sigue al libro en otro de los niveles que trascienden al argumento: así como Ocio constituye una obra de iniciación –no sólo la de Casas en la narrativa sino la del personaje que, al fin y al cabo, y para bien o para mal, se termina despabilando–, esta película implica y ofrece una especie de poética del autor, aun cuando él no aparece en pantalla, una muestra de hora y pico de su microcosmos: desde la casa de su padre que sirvió como una de las locaciones hasta los banderines de San Lorenzo, la música y la referencia constante a iconos del universo rock, pasando por las amistades que se saben y se adivinan con uno de los directores y con los diversos actores (Nahuel Viale, el escritor y editor Lucas Oliveira y Santiago Barrionuevo, sobre todo).

Cuando salió Ocio, el libro, fue elogiado y criticado casi por lo mismo: mientras los halagos apuntaban a su lenguaje llano y directo (la eficacia de su narrativa) y al realismo de lo que contaba, las críticas apuntaban a su llaneza idiomática y a la falta de originalidad del tema: el traumático paso hacia la adultez de jóvenes adolescentes que, de alguna manera, ya había retratado, entre tantos otros, Arlt en su mejor novela: El juguete rabioso, una obra que curiosamente también ponía en primer plano la relación de un grupo de jóvenes con respecto al dinero; toda la maquinaria que la ausencia de plata ponía en funcionamiento: lecturas nocturnas y urgentes, robos de todos los colores e inexplicables traiciones. Acaso no sea casual la rima entre Ocio y El juguete rabioso (libro que también contó con una adaptación cinematográfica dirigida por Leopoldo Torre Nilsson). Quizás haya, de hecho, una continuidad entre aquellos chicos que planeaban robar para poder hacer algo por dinero y estos chicos que se sumergen en un negocio complicado y muy turbio porque están paralizados por el ocio, por sus bolsillos vacíos.

Más allá de que tiene un argumento muy definido –la historia de un joven pasivo y anestesiado entre cama, ginebra, música y apatía–, Ocio es más que nada una historia de climas, donde reina la atmósfera de ese hogar destrozado donde conviven como islas los tres hombres de la casa (Andrés, su hermano y su padre) a partir del derrumbe familiar que significó la muerte de la madre.

Desde ese porro iniciático, que no deja de ser otro juguete rabioso y generacional, hasta ese inexplicable olvido del dinero para ir a la cancha, Ocio –tanto el libro como la película– tiene la virtud de mostrar descarnadamente la afectación con que la generación crecida en los años ‘90 creó sus anticuerpos.

martes, 2 de noviembre de 2010

Estreno OCIO. Este jueves en el Cosmos

"Invierno en Buenos Aires. Andrés tiene veinticuatro años. Cuando comienza nuestra historia, acaba de sufrir la muerte de su madre. Su vida ingresa en una zona nebulosa: no tiene trabajo, no estudia, casi no se puede comunicar con la abúlica familia que completan su hermano y su padre. Aturdido por la situación, intenta ponerse de algún modo en marcha -conseguir un trabajo, algo de dinero, establecer contacto real con su familia, con el mundo exterior-, pero avanza a tientas, dubitativo..."
Así definen sus realizadores a Ocio, la película basada en la novela homónima del escritor Fabián Casas, una "austera pero obsesiva observación de una crisis existencial y familiar". El largometraje, que ya se presentó en el BAFICI que se llevó a cabo durante abril de este año, se entrenará el jueves 11 de noviembre en el cine Cosmos (Av. Corrientes 2046). Dirigida por Alejandro Lingenti y Juan Villegas, su rodaje fue realizado en forma totalmente independiente, sin apoyo del INCAA ni de otras instituciones privadas o públicas, se llevó a cabo entre enero y septiembre de 2009, en distintas locaciones del barrio de Boedo y aledaños. En diciembre de 2009 obtuvo un premio a la postproducción en el Festival de Cine de La Habana, consistente en una ayuda para su terminación. Sus protagonistas son, entre otros: Nahuel Viale, Germán de Silva, Francisco Grassi y Santiago Barrionuevo y la banda de sonido original fue creada por Ariel Minimal.
RollingStone

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lunes, 1 de noviembre de 2010

Eliseo Verón sobre ESCRITOS de Antoine Culioli


Si se quiere ubicar a Culioli en una perspectiva histórica, desde el punto de vista no solamente de la semiótica, sino de las ciencias socialesen general, la cuestión capital es la ruptura que produce Culioli
tanto con la tradición saussuriana como con el horizonte chomskyano. Esta doble ruptura, creo, contiene una mutación conceptual.
Como sabemos, la impronta de esa primera lingüística que se apropió de la idea moderna de la cientificidad (heredera de Saussure) produjo en las ciencias sociales una hibridación entre el objeto que había sido definido como la Lengua, y los conceptos de sistema, de estructura y de código. En ese marco, el estudio del lenguaje generó una primera (y profunda) transformación de la problemáticade las ciencias humanas y sociales. Pero contenía una disociación entre lo individual y lo social que probó ser históricamente irreductible, en la medida en que los dos caminos abiertos para un desarrollo teórico posible conformaron una alternativa estéril: o bien una subjetivización de la semiosis, con la consecuente instauración del sujeto hablante como fuente final del sentido, o bien la reificación del sistema. Benveniste fue la figura clave de la subjetivización, que la pragmática anglo-americana terminó de consagrar. La reificación había tenido en las ciencias sociales una primera figura, la del funcionalismo. Cuando, al término de la segunda guerra mundial, irrumpe el pensamiento tecnológico de la cibernética y se formulan los modelos matemáticos de la comunicación, que transforman el concepto de sistema y lo asocian a las nacientes teorías del control y de la computación, se produce la convergencia con la naciente lingüística generativo-transformacional de Chomsky. Aunque lamirada retrospectiva de Chomsky sobre este proceso ha sido ambigua, rebelándose contra la idea de una contribución suya a la teoría puramente algorítmica del lenguaje, no cabe duda que esa convergencia comporta una figura particular de reificación del sistema, que se expresa, entre otras cosas, en el modelo unificado del sujeto hablante-oyente (speaker-hearer) donde, para utilizar conceptos culiolianos, todo ajuste inter-sujetos y todo proceso de regulación desaparecen. 
Culioli rechaza la distinción entre lengua y habla (que históricamente está en el origen de las dificultades para articular correctamente los niveles de descripción de la semiosis), diciendo con irónicaprudencia que no le parece una distinción científicamente interesante o, ante la pregunta directa sobre si la rechaza, responde: “si yo la rechazo… tal vez sea peor aún, digamos… que no me concierne” y combate con igual fuerza la perspectiva chomskyana la cual, según él, opera por simplificación y se contenta con estudiar “el esqueleto”.
Al definir el objeto de la lingüística como “l’activité langagière”, Culioli se desembaraza de la oposición lengua/habla. Dicha expresión tiene en francés la ventaja de producir una clara diferenciación con respecto a lo lingüístico (le linguistique), siempre susceptible de un reenvío a la ciencia del lenguaje y no a su objeto, y que en castellanosólo podemos traducir con un genitivo: la actividad de lenguaje, dado que no podemos decir la actividad lengüera o lenguajera. El concepto de actividad de lenguaje escapa así al espacio trazado por las nociones propiamente saussurianas de lengua, lenguaje y habla: no correspondea ninguna de las tres y dibuja un campo dinámico que puede insertarse clara y adecuadamente en la problemática actual sobre la cognición. El pensamiento de Culioli no es un pensamiento de los términos sino de las relaciones, como lo fueron el de Peirce en la semiótica, el de Lévi-Strauss y el de Bateson en antropología, el de Goffman en la microsociología. 
Por un lado, Culioli afirma rotundamente que “Benveniste se queda en un análisis estructural clásico” y que “lo enunciativo es otra cosa”. Por otro lado, que “Chomsky (…) ha funcionado (…) con un cierto número de puntos de referencia más o menos implícitos: una cierta concepción de la lógica, una cierta concepción de la
simplicidad de los fenómenos (…) un cierto modelo informático ligado.
“Yo no creo que la actividad intersujetos, de orden simbólico, que tenemos en la actividad de lenguaje, sea reductible a una racionalidad explícita, a la racionalidad que ese modelo informático supone, ni tampoco que reenvíe a ajustes que serían ajustes explícitos. Porque eso querría decir que casi siempre hay toma de conciencia de lo que hacemos cuando hablamos. Ahora bien, ¡no! No tenemos conciencia de lo que hacemos, nos damos cuenta que se trata de regulaciones no conscientes que operan en el lenguaje”. El abandono del sujeto hablante como fuente final del sentido y el rechazo del “esqueleto” chomskyano, son en Culioli aspectos de un solo y mismo combate.
En el trabajo teórico, destinado a homogeneizar la heterogeneidad empírica de la actividad de lenguaje sin perder en el camino la complejidad de los procesos, el lingüista se enfrentará a tres niveles. El nivel 1 es el del funcionamiento cognitivo de los sujetos: procesos mentales de representación, de referenciación, y de regulación intersujetos. Culioli aclara: “Cuando hablo de cognición tomo el término en sentido amplio. El afecto forma parte de la cognición; no hay por un lado lo cognitivo que sería el ámbito de la racionalidad explícita, y lo afectivo que sería el lugar de los sentimientos y la imaginación descontrolada”. A muchos años de distancia, el eco de Peirce sigue resonando: “Los sentimientos (…) forman la fibra y la trama de la cognición y aún en el sentido objetable de placer y dolor, son constitutivos de la cognición”.

martes, 26 de octubre de 2010

Nicolás Rosa

Nicolás Rosa.
Ayer se cumplieron 4 años de la muerte de Nicolás Rosa, gran amigo de Santiago Arcos editor, donde publicamos dos de sus libros La letra argentina y Relatos críticos (cosas animales discursos). Como homenaje y para mantener vigente su escritura, va este texto donde reflexión crítica y autobiografía se cruzan.
Un gran abrazo, Nicolás!

ESTOS TEXTOS, ESTOS RESTOS

Revisar viejos textos, asegurarse el placer de la relectura, el goce de ciertos fragmentos y el pudor frente a otros, recuperar viejas ideas —el decoro de mi generación—, el valor de un adjetivo justo y pre¬ciso, el encantamiento de la creación de una palabra y creer que se ha logrado un concepto operativo, quizá una categoría teórica, re¬verse leyendo y escribiendo en el presente, en la actualización de un tiempo que destiñe, deslava los textos, pero que simultáneamen¬te los cubre de una pátina de valores que se pretenden objetivos, preguntarse por quién era ese que escribió estos textos, donde la com¬plicidad de los deícticos oculta la distancia locativa y temporal. ¿Quién era ese que escribió?... Barthes ha puntualizado el valor performativo del verbo escribir en la modernidad. Si escribir se ha vuelto autorreferencial no quita que obstinadamente sostengamos la creencia de que siempre se escribe para alguien, o al menos para algo. En mi caso, escribir, escribir crítica, otra forma de ser de la ficción, siempre fue producto de un alto costo físico —la escritura es un capítulo de la Física cuántica pero también lo es de la Anato¬mía y casi, diría hoy, una verdadera catástrofe psíquica. Escribir algo, hacer del verbo escribir un verbo transitivo. Ya no se trata de saber quién escribe, o por qué se escribe, sino saber qué cosa es escribible, que es la única pregunta que, al deshumanizarnos, nos enfren¬ta al desierto de la historia, esa trituradora de imaginarios. Siempre sentí, aunque no sabía explicarlo, que escribir era merodear alrede¬dor del "corazón maligno de todo relato", alrededor de la cosa litera¬ria, a falta de términos menos enigmáticos.
Imaginariamente he sostenido siempre —siempre vale aquí no por un presunto durativo de constancia sino por las intermitencias itinerantes que insisten como yo— que deberíamos hacer de la crí¬tica un discurso autónomo. Todavía persisto en lo mismo, aunque no por las mismas razones. La crítica no puede, no debe, mantener una relación de subordinación con respecto a los objetos literarios sino que, revalorizando una relación dialógica con ellos, debe ad¬quirir su mismo nivel y por lo tanto su mismo rango de ficcionalidad. Podríamos decir, en general, que toda crítica cientificista (po¬sitivista) e incluso aquella que postula alguna forma de interdisciplinariedad (?), repone en el objeto sus propias categorías y no da cuenta del objeto mismo, de ese objeto-no objeto, trama lábil de múltiples relaciones textuales. Este objeto —no objeto inestable, indecidible, radicalmente heterogéneo— presupone, crea, genera el sujeto de un saber también ex - céntrico y ubicuo, taxativamente sujeto en perpetuo desvanecimiento y fading, ahora diríamos, con¬traviniendo todas las reglas, que el estilo es el objeto. Creer, fingir, que la literatura es un objeto-uno leído por un sujeto unitario, es una formación ideológica claramente delimitada en la historia. La historia que sucede (y transforma) al sujeto de la lectura no es pro¬ducto de las marcas historiográficas de superficie, sino de una his¬toria profunda del registro de lo imaginario, allí donde se alojan las fantasmatizaciones del deseo cuando es rechazado por lo simbóli¬co y negado por la realidad (negación fundante). Si se trata de una historia de los textos (literarios), no es una historia de las formas la que puede dar cuenta de ella, por grande y potente que sea el valor que le otorguemos. No es la forma ni el sistema (valores positivos) lo que define a la literatura, sino ese menos donde se afirma y se funda. Una falta histórica, sociológica, psicoanalítica (para men¬cionar los saberes dominantes) que la revela como lo faltante del discurso social, como lo no-dicho del discurso colectivizado, como borde o excrecencia de lo pleno lingüístico. Palabra muda si las hay, convoca oídos sordos a la resonancia de lo "estético", a la "palabre¬ría" de las lenguas convocadas, a la "charlatanería" de los discursos sociales, para abrirse a la significación profunda de aquello que la inaugura: la palabra-negada, arcaica, del deseo. Pero el deseo no es una categoría epistémica: es un dato originario, no está sometido a ninguna operación lógica. Necesita, exige, una lectura transferen-cial —a veces se llama pasión— en donde el sujeto se aniquila en el objeto.
Allí donde la palabra del deseo se hace oír, adviene la significa¬ción de la obra. Recortar este espacio en los discursos sociales pare¬ce difícil, pero no es imposible. La función de la crítica es leer lo negado por la misma literatura (la literatura es censura): las escrituras silenciadas, las obras excluidas de los sistemas, las voces acalladas o aquello de cada texto que ha sido ensombrecido por las lecturas oficiales: aquello intersticial entre el exilio y el destierro. Y es donde reaparece la función política de la crítica: si es posible importar saberes técnicos sobre los que apoyar la reflexión teórica, es imposible generar un discurso crítico fuera del entramado social donde se ejerce: la actividad critica sólo podrá dar cuenta de los fenómenos literarios argentinos o americanos porque son los únicos objetos "adecuados" a esa reflexión, son los únicos que pueden engendrar una trasferencia positiva, una reincidencia dialógica suficiente. Somos lectores de lo universal, pero sólo somos escritores de lo particular. En esta "falsa" y cruda paralogía se asienta uno de nuestros conflictos mayores. Para mí, este conflicto estuvo resuelto de entrada. Por obra de una alucinante metabolización convertí a toda la literatura que me sirvió de alimento —de Hornero a Bourroughs, de Heidegger a Parménides, metabolización increíble en un sujeto proveniente de una familia desclasada y casi proletaria, en el sustrato "orgánico" donde se reconstruyó mi vida pulsional en una posteridad convulsiva, donde lo real de mi cuerpo y la triunfante impostura de lo textual todavía hoy viven en conflicto permanente y por momentos demasiado vivido. Si el deseo es real¬mente una catástrofe en la vida psíquica, diría que, en mi caso, leer mis primeras lecturas, fueron la catástrofe de mi vida imaginaria. Sin esas lecturas, mi vida habría transitado otros ámbitos, escucha¬do otras voces, recorrido otros caminos, otros destinos.

lunes, 18 de octubre de 2010

Sur de Babel entrevista a Fabián Casas

Entrevista con Fabián Casas

Crítica Escribir en Español

Por Beatriz Hall
La constitución y el desarrollo de distintas prácticas sociales exigen, con cierta urgencia, que los sujetos produzcan textos con alto grado de precisión y claridad. Por este motivo, en distintos ámbitos, se celebra y agradece la aparición de Escribir en español. Claves para una corrección de estilo, escrito por María Marta García Negroni. En efecto, se trata de una obra de consulta cuyos destinatarios no son solo los expertos en la materia, sino también quienes se interesen por las distintas posibilidades de escritura que ofrece el español: correctores, editores, docentes de todos los niveles, periodistas, traductores, estudiantes de grado y posgrado de distintas disciplinas, estudiantes de español como segunda lengua y, sin duda, cualquier persona que simplemente sienta curiosidad por el idioma.
Si bien se trata de un libro descriptivo que pone en evidencia el sistema de regularidades lingüísticas, su  propósito no es remarcar la tiranía de la norma, sino que invita a respetarla con el objetivo de que –como afirma la autora- “sus lectores reflexionen sobre las reglas y los argumentos lingüísticos”, teniendo en cuenta que “no existe una única versión ‘correcta’ de un texto”.
         En el primer capítulo -que lleva como título “Letras y palabras de ortografía dudosa”-, el lector podrá resolver sus dudas relacionadas con la ortografía de las letras. Además, podrá consultar acerca del uso de palabras homófonas. En este punto, el libro amplía sus objetivos relacionados con la escritura y hace referencia a la pronunciación de algunas palabras del español. En cada caso, la autora se ocupa de registrar y explicar con claridad las variaciones del español en distintas regiones de España e Hispanoamérica y, también, hace referencia a las pronunciaciones de ciertas letras, según diferentes estratos sociales. Sin duda, estos aportes resultarán de mucha utilidad para los hablantes de otras lenguas que necesiten conocer las múltiples variaciones que el español tiene en diferentes contextos y regiones.
         En el apartado “Ortografía de algunas palabras”, se presentan el caso de las palabras compuestas (escritas en una o dos palabras, con guión o derivadas por prefijación) y de algunos  parónimos. Previa explicación, se incluye un pormenorizado registro de distintos usos que ofrecen dudas. Es el caso, por ejemplo, de las formas “adonde, adónde, a donde y a dónde”.
         El capítulo que le sigue está dedicado a las reglas de acentuación -que indican lo que es aceptado como correcto- y que resultan necesarias para una adecuada interpretación de las palabras en contexto.
         Los usos de los signos de puntuación son el tema del tercer capítulo. Como bien señala la autora en las consideraciones generales, “si bien es cierto que a veces existe más de un modo correcto de puntuar una oración, debe tenerse en cuenta que las reglas de puntuación son en general relativamente objetivas. No solo existen errores de puntuación que los diferentes manuales de estilo coinciden en considerar inaceptables, sino que muchas veces, la comprensión de nuestros escritos depende, en gran medida, de la puntuación utilizada”. Como en todo el libro, los ejemplos no solo son variados, sino que aclaran y explican. Uno de ellos muestra la diferencia de sentido introducida por la puntuación en las siguientes oraciones: “Susana está preocupada porque no habla” y “Susana está preocupada, porque no habla”. En palabras de la autora, “En el primer caso, la preocupación de Susana se debe a que otra persona no habla; en el segundo, deduzco que Susana está preocupada a partir del hecho de que ella no habla”.
         En el cuarto capítulo, se registran los usos de letras mayúsculas y minúsculas, redondas, cursivas y negritas. Así como en el resto del libro, en este capítulo, se incluye la necesaria actualización de estos empleos según las últimas normativas académicas: Ortografía de la lengua española, 1999; Diccionario panhispánico de dudas, 2005.
         Entre los capítulos 5 y el 12, el libro se ocupa de las clases de palabras. Con breves y útiles explicaciones aclaratorias se las caracteriza desde el punto de vista morfológico, sintáctico y semántico. Así, se incluyen, por ejemplo: “Sustantivos aparentemente ambiguos” (§ 5.2.1.2.5.), “Sustantivos de género dudoso” (5.2.1.6.), “Función y colocación del adjetivo” (6.3.1), “Los pronombres reflexivos y oblicuos” (§ 9.3.2.), “Acerca de conmigo, contigo, consigo y de mí, ti sí” (§ 9.3.2.1.).  Le siguen los adverbios, preposiciones, conjunciones.
         El extenso capítulo dedicado a “Verbos” amerita ser destacado por la profundidad con que se presenta esta clase de palabra que, como es sabido, organiza la estructura de la oración en español. Sin descuidar las referencias al paradigma verbal, la autora presenta los distintos y posibles usos de los verbos, de sus tiempos y de los modos. El lector más experto encontrará un pormenorizado estudio que recoge con rigurosidad académica la bibliografía que se ha ocupado del tema. El lector no experto podrá aclarar dudas, por ejemplo, en el apartado que explica los casos especiales de concordancias entre el sujeto y el verbo (8.2.2.).
         En el capítulo 13 se exponen con detalle y profundidad los neologismos, en palabras de la autora, “una de las manifestaciones más claras de la vitalidad lingüística”. Se hace referencia a los neologismos de forma (por composición, derivación, por formantes latinos y griegos, por siglación, acronimia y acortamiento, por préstamos) y de sentido (por formación de lexías complejas, conversión categorial, por metáfora).
         Los latinismos y expresiones latinas de empleo frecuente son el tema del capítulo 14. Los barbarismos, solecismos, vulgarismos, impropiedades e imprecisiones léxicas aparecen tratados en el capítulo siguiente. Ambos capítulos revelan un minucioso relevamiento de estos usos.
         Un extenso y completo listado de distintas formas de abreviar (abreviaturas, acrónimos, símbolos y acortamientos) pueden ser consultados en el capítulo 16. Lo mismo ocurre en el capítulo 17 con los topónimos y gentilicios.
         El último capítulo contiene “algunas normas relacionadas con la presentación de textos científico-académicos”. Este capítulo ofrece pautas de gran utilidad tanto para quienes deben  corregir como para quienes deben producir monografías, tesis y tesinas y  artículos académicos. Todo este capítulo –y en especial su último apartado “La presencia de la voz ajena en el texto principal”– constituye el punto de mayor innovación y creatividad de este “manual”. En él se recogen los resultados de múltiples investigaciones producidas en el campo científico, pero se refieren y explican con gran sencillez, transformándolos en herramientas accesibles a los múltiples destinatarios de esta obra.
         Cada uno de los capítulos que conforman esta publicación termina con una propuesta de ejercitación –y sus soluciones– que será un aporte para profesores y también para usuarios del español que quieran constatar sus propios conocimientos. A los más expertos y también a los más curiosos, están destinadas las referencias bibliográficas, que también se repiten en cada capítulo, bajo el título “Para seguir leyendo”.
         El Índice analítico es otro rasgo distintivo del libro: permite que los lectores, en cada búsqueda, conformen con facilidad su propio recorrido de acuerdo con las  necesidades de cada caso.
En suma, Escribir en español. Claves para una corrección de estilo contiene mucho más de lo que puede referir esta reseña: tiene la particularidad de ser el resultado de un exhaustivo trabajo realizado por una reconocida lingüista que, como tal, no solo es una estudiosa del sistema lingüístico, sino que paralelamente se interesa por el uso real de la lengua. Ambos aspectos no siempre se encuentran en una misma obra. Por estos motivos y, también, porque la autora se ha ocupado de actualizar cada uno de los temas, la publicación de un trabajo de estas características era absolutamente necesaria.

HALL, Beatriz: "Escribir en español. Claves para una corrección de estilo”, SIGNOS ELE, octubre 2010, URL http://www.salvador.edu.ar/sitio/signosele/

viernes, 8 de octubre de 2010

Hallazgo: Cine, arte del presente de Serge Daney


Encontramos en el depósito ejemplares perdidos de Cine, arte del presente!


Serge Daney no es sólo el gran cartógrafo del cine sino también su más apasionado sismógrafo: aquel que puede captar los acontecimientos en el momento en que ocurren y darles una notación sobre el papel. Leer esta recopilación de textos —realizada por Emilio Bernini y Domin Choi— permite advertir, en la sensibilidad más atenta y en la pluma más delicada, todas las oscilaciones que tienen lugar sobre la superficie inestable de ese territorio del cine: desde las leves alteraciones del suelo a los grandes movimientos tectónicos.
Es decir, no sólo un ojo sino también un cuerpo que tiene la virtud de estremecerse con cada alteración del paisaje. Alguna vez Daney dijo que los Straub entablan con el cine una lucha cuerpo a cuerpo. Pero eso mismo podría afirmarse de sus propios textos. El, como los Straub, dedicó toda su vida a interrogar al mundo por medio del cine e invirtió allí todo su orgullo sin pensar que nadie, jamás, tendría que recompensarlo por eso. Al igual que todos los grandes cineastas, Serge Daney es un inventor de formas: una escritura proyectada hacia el futuro.
David Oubiña

lunes, 4 de octubre de 2010

Entrevista a Juan Villegas: El cruce de disciplinas diferentes, un estímulo para la creación

Por Julieta Roffo
Clarín

El cineasta Juan Villegas debatió su filme “Ocio” con los otros participantes.

El auditorio del Viejo Hotel Ostende fue el escenario ideal para el plato fuerte de la segunda jornada de la Usina de Cultura Ñ, en la que desde el miércoles participan más de veinte escritores, músicos, cineastas, artistas plásticos y gestores culturales. Allí, el cineasta Juan Villegas presentó a sus compañeros de experiencia su película Ocio , codirigida por Alejandro Lingenti y basada en la novela homónima de Fabián Casas que se estrenará en noviembre en el mítico cine Cosmos, que será reabierto y coordinado por la UBA.
Ya en el micro que viajó desde la redacción de Clarín hasta el hotel, Villegas había demostrado su entusiasmo por poder dar a conocer su nuevo trabajo a otros artistas: “En el último tiempo, me reúno con otros directores para hablar de cuestiones técnicas o de plata; en cambio con gente que viene de otras ramas puedo hacer foco en cuestiones más creativas, más inspiradoras”, contó el director, que recorre los pasillos del hotel sin abandonar su libreta, en la que anota diálogos perdidos. Esos apuntes serán la materia prima para su participación en la edición especial Aniversario de Revista Ñ , que se publicará en octubre y dará cuenta de la Usina.
La devolución de los distintos participantes sobre la historia de Andrés, un chico que se ve forzado a meterse por completo en el mundo adulto justo en medio del duelo por la muerte de su madre, es “un estímulo, algo muy esperado y seguramente una nueva fuente para pensar otras ideas”, dice Villegas. Es que su película, situada en el barrio de Boedo, es atravesada por la música, la historieta y, desde su punto de partida, por la literatura: “Ya trae la cruza de disciplinas consigo misma, y por eso quiero ver cómo reaccionan acá, desde esos lugares tan distintos”, señala.
“Me interesan estos retiros aislados, porque siempre decantan en algo; hace años que quiero hacer una película sobre la playa, y creo que, con el tiempo, esta experiencia va a servir como insumo para ese proyecto”, dice el director de Los suicidas . A la vez, Villegas destacó que el intercambio en las charlas le hizo ver que los problemas de los cineastas con las distribuidoras son similares a los de los escritores con las editoriales, y que los que tienen los fotógrafos y artistas plásticos con los galeristas.
La sobremesa del almuerzo, con sopa de almejas inspirada en Moby Dick incluida, se extendió cuando llegó de visita el escritor Juan Forn y se hizo aún más larga al despedir al también escritor Federico Jeanmaire, que dejó el hotel para viajar mañana a la Feria del Libro de Frankfurt.
Hoy sigue el trabajo en el último día de la Usina de Cultura Ñ, que ya dejó un mural en la ciudad que la alberga, y que piensa llevarse de ella varias nuevas ideas.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Entrevista por Sur de Babel a Santiago Arcos editor

Miguel Villafañe: Uno podría sospechar en principio que al estar en frente de la facultad de filo, algunos autores, algunos títulos se moverían más, pero no es tan así. En realidad se vende poco. Los libros de Viñas se venden bien, pero uno en principio puede pensar que el estudiante de Letras compra más libros. Y no es así. No sé de dónde leen, no sé de dónde estudian. Quizás leen más de los apuntes, de una fotocopia de un capítulo… yo me doy cuenta porque nosotros hicimos Literatura argentina y política en el 2004, 2005 y es un libro que todavía no se agotó. Rarísimo. Sin embargo, otro libro que publicamos de David, Indios, ejército y frontera, sí se agotó. Pero ese es un libro que tiene otro público, transciende el ámbito de los estudios literarios, específicamente universitario, es más de estudios culturales, el espectro de lectores se amplía. El año pasado lo agotamos. Es un libro que siempre se pide, tal vez sea por el tema también, despierta mucho interés. El estudio literario, la crítica, está cada vez más relegado para especialistas. Sin embargo cuando se editó la primera vez Literatura argentina y realidad política, en los años 60, tuvo venta masiva: fue un best seller.

Sur de Babel: ¿Por qué lo quisiste reeditar?

M.V: Porque es un libro fundamental. No se puede pensar la crítica literaria contemporánea sin haber pasado por ahí. No solo por el tema, sino por el tratamiento, la manera de tratar la literatura, las vinculaciones con la historia, con la sociología, con lo que Viñas y el campo cultural estaban leyendo en ese momento. Hay una matriz de pensamiento muy fuerte ene se libro, es insoslayable. Es la gran obra de la literatura argentina que reflexiona sobre sí misma de la segunda mitad del siglo XX.. Uno tiene que andar mucho para encontrar algo así, no es fácil. Es un acontecimiento intelectual muy importante.

SdB: Siempre pensaste tu catálogo con un lugar para la crítica –al rescate de obras como las de Viñas, por ejemplo- y otro para la literatura. ¿Cómo lo fuiste armando?

M.V: El catálogo depende de mí, de mis intereses. Hay una marca muy personal. En ese sentido, la obra de Viñas para mi es muy importante.

SdB: ¿Hace cuánto empezaste con este proyecto?

M.V: En el 2002.

SDB: ¿Antes qué hacías?

M.V: Trabajaba en una librería. No recuerdo muy bien cómo se me ocurrió lo de la editorial, honestamente. Fue algo que se dio naturalmente. En un momento pensaba que podía ser un buen complemento en mi trabajo de librero, y una vez que me metí en esto, la misma dinámica del trabajo me fue estimulando para pensar mejor las cosas, a tener otra perspectiva, muy diferente a la del oficio del librero. El oficio del librero consiste en organizar una librería a partir de la buena lectura de los catálogos; que también está tamizada por el gusto de uno, por un interés estético o político particulares. Y en el trabajo en la editorial es también un poco eso, pero en otro nivel. Hay también una selección que trasciende el espacio de la librería: se piensan otras líneas de fuerza, otras oportunidades, otras necesidades, más vinculadas con lo social. Pero se complementan los dos trabajos.

SdB: ¿Alguien te ayuda con el armado de las colecciones?

M.V: En la primera época de la editorial, trabajaba con Laura Estrin ella, leía y sugería cosas para publicar. La primera marca a la editorial se la da ella, a las colecciones de literatura. Se leyó muchísimo. Llegaron muchos originales que se iban seleccionando. Si ves los primeros libros del catálogo, hay una línea de coherencia muy fuerte: es la impronta que le dio Laura.

SdB: ¿Qué fue lo primero que sacaron?

M.V: Lo primero que sacamos fueron dos libros: Las aventuras de un novelista atonal de Alberto Laiseca y una ficción de Milita Molina, Los sospechados. El libro de Laiseca me interesaba a mí particularmente, y al de Molina lo propuso Laura, y me pareció que estaba bueno. Me pareció un buen programa publicar esos dos libros a la vez. En esos libros está condensado el programa y son fundantes de la editorial. El libro de Laiseca muestra la consagración de un libro a partir de un equívoco, es un editor que quiere fundirse, que publica un mamotreto horrible e ilegible y, sin querer, termina pegando un best seller. Me pareció que era un buen texto para pensar el espacio editorial y literario actuales. Y el de Molina es un libro que pone en escena el rechazo del autor ante la posibilidad de consagrarse, es un libro que genera muchos problemas con el campo literario: lectores, periodistas culturales, críticos, editores…. Me pareció que estaba bueno publicar eso también. Arrancamos con esos libros y después salió la antología de “Literal” de Libertella, el libro de Leónidas [Lamborghini], de Nicolás [Rosa]… Y por otro lado estaba la colección de cine que la dirigen Emilio Bernini y Domin Choi. Allí empezamos publicando la revista Kilómetro 111. A partir de acá armamos la colección de cine, que nos posiciona en las librerías. Sino estábamos condenados a un segmento muy pequeño de lectores que hacía inviable el emprendimiento desde el punto de vista comercial.. Pocos lectores compran los libros de Nicolás Rosa o la antología de Literal.


SdB: ¿El proyecto de la antología de la revista “Literal” fue de ustedes o ya lo tenía pensado Libertella?

M.V: Libertella lo tenía más o menos cocinado. Lo presentó y estaba buenísimo.

SdB: ¿Y cómo les fue con la antología de cuentos coreanos, las que hizo Oliverio Coelho?

M.V: Fui feliz con ese libro, lo propuso él y salió muy bien. El año que viene lo vamos a reeditar porque ya está agotado. Les contaba que la colección de cine nos abre mucho la recepción de la editorial y nos proyecta afuera. Empezamos a vender a España, México, Perú, Chile.

SdB: ¿Y con traducciones?

M.V: De cine, sí hicimos, la de Serge Daney, la primera traducción al español de Daney: Cine, arte del presente.

SdB: Y se han traducido afuera libros de Santiago Arcos?

M.V: No. No nos ocupamos de desarrollar este aspecto de la editorial ya que al principio funcionábamos dentro de una librería, era un emprendimiento amateur. Y la comercialización estaba en manos de un distribuidor, hasta el año pasado. Los primeros cuatro años de la editorial, fueron así, más amateur, pero también los de mayor crecimiento. Coincidió con la expansión con la industria del libro en Argentina, luego se estableció en una meseta y cayó. Hoy el sector de la industria del libro y los emprendimientos literarios independientes están en caída.

SdB: ¿Y cómo ves actualmente el campo editorial y literario?

M.V: Yo pienso que el medio está muy enrarecido ahora. Hay sobre saturación de libros, hay muy pocos espacios, muy poco espacio en las librerías, no hay más librerías, las cadenas están en crisis. Y hay señales alarmantes, en general, en el ámbito cultural. Pero a mí me parece que esos vicios proyectados van a poder jugar en una especie de limpieza y fortalecimiento de los proyectos editoriales independientes. Y seguramente van también a aparecer de nuevo librerías en los barrios. De todos modos hay que reconocer que la industria editorial española sigue siendo la dominante, hay mucho flujo de libros españoles a la Argentina, sobre todo, las librerías importantes están saturadas de libros españoles.

SdB: Nosotras queremos empezar el contacto con editoriales de Latinoamérica, porque justamente pasa lo que vos decís, conocemos lo que pasa allá, o por lo menos algo de lo que pasa allá por los españoles que los editan. Queríamos empezar a tener el material que ellas editaban. En principio la idea era online, ya que sabemos que el primer problema acá es el correo. Y tuvimos muy mala respuesta. Vos creés que con esta sobresaturación de libros que hay, la digitalización puede ser una alternativa de intercambio?

M.V: Sí, es una buena manera y hay que aprovecharla. Lo que pasa es que hay incertidumbre con respecto a ese tema. Yo sigo confiando en el libro. 1500 libros es una cantidad irrisoria. Si los libros son buenos, deberían tener esa cantidad de lectores. Estamos hablando de una cantidad de millones de personas que leen y escriben en español. Aunque también el problema del analfabetismo acá en Argentina es grave.

SdB: Y en cuanto al mapa literario de ahora, ¿cómo lo ves?

M.V: Yo leo muy poco. Prácticamente de autores contemporáneos no leo nada. Sobre todo en relación a la cantidad de libros que salen, hay que hacerse de mucho tiempo para leer. Además como yo tengo una especie de deformación profesional, leo poco, a veces salteado, de atrás para adelante, algo del medio: me armo mi propia aventura. De lo que estoy seguro es que hay editoriales que están marcando una impronta bastante fuerte en la narrativa argentina. Cada una sigue una tradición, determinados problemas que tal vez ahora no se puedan leer definitivamente bien, porque estamos muy pegados. A mi me gusta mucho lo que está publicando Entropía, es generacionalmente interesante. Me gustan mucho los libros que salen por Mansalva, que también es muy coherente. Son dos editoriales muy coherentes. Hay muchas editoriales, muchos proyectos, y muchos autores que publican en muchas editoriales pero hay pocas editoriales coherentes. En general la coherencia se da cuando el editor es dueño de su editorial y no “terciariza” el trabajo de seleccionar los textos: ahí entran a jugar las especulaciones del mercado y se pierde mucho de lo más interesante del oficio: el riesgo.

SdB: ¿Hay algún autor que te gustaría publicar en Santiago Arcos, que tengas en la mira para el futuro?

M.V: Hace un tiempo conocí un muchacho, que se llama Javier Ragau que tiene
un par de novelas alucinantes, pero no lo puedo encontrar, no me contesta los
mails. Tiene ediciones de autor. Me encanta. Tiene dos novelas, una se llama
Sociedad de consumo y otra es El ataque de los moscovitas, algo así. Una es una
especie de policial bastante bizarro y otra de ciencia ficción, muy delirante.
Escribe desde el género, con una libertad increíble. En la línea de Laiseca, del
primer Aira: es fulminante. Le compré los libros en la FLIA. Es muy raro.

SdB: Con el de Casas, ¿cómo les fue?

M.V: Bien, vamos por la tercera edición de Los Lemmings y otros y de Ocio también vamos a sacar la tercera dentro de poco. Y vamos a publicar su último libro de ensayos, Breves apuntes de autoayuda, una compilación de todo lo que él escribió de cine y literatura. Yo a Fabián lo venía leyendo por lo que él estaba publicando en Cartonera y alguna otra cosa que había leído por ahí. Y se estableció una sintonía con una voz. La voz que él plasmó en los relatos de Los Lemmings es una muestra muy importante de toda una movida generacional, y organizar todos los textos en un libro, potenciaba eso que él había captado: una especie de coral alucinante. Fue un buen laburo. El libro se organizó a partir de los cuentos que él tenía y otras cosas y se armó un libro bastante coherente. Fue un trabajo de edición que nos gustó mucho. Lo mismo pasó con el libro de Nicolás Rosa, La letra argentina, que para mí es el mejor libro de la editorial. Eran trabajos que él tenía dispersos y se organizó como una breve historia de la literatura argentina. Arranca en Alberdi y termina en Perlongher. Y abarca distintos momentos de la crítica que practicó Nicolás. Es un muy lindo trabajo. Y las colecciones que tenemos también me gustan mucho.

Después la charla siguió por el recorrido que nos hizo Miguel a través de todas las colecciones de la editorial. Hermosos libros. Bienvenida, entonces, Santiago Arcos a Sur de Babel.

Crítica Panorama de la Literatura Alemana Contemporánea

Por Graciela Wamba
Revista de Filología Alemana
 
Muy acertadamente Burello nos explica desde la introducción que el espíritu de este libro no es compendiar en numerosos tomos la segunda mitad del siglo XX, ni mucho menos intentar abarcarlo con una "especie de tetralogía operativa, a saber: el período que va de 1945 a 1968, el que va de 1968 a 1989, el que va de 1990 hasta el día de hoy, y un cuarto miembro aislado y sui generis como lo es la RDA" (República Democrática Alemana) (p. 5). Otro tanto ocurre con la concepción de la literatura alemana según cierta tradición académica: "la literatura alemana es literatura escrita en alemán, y el alemán es lengua extensa y conflictiva: la lengua de Kant y de Hitler, de Lutero y de Herzl, de Goethe y de Kafka [...] la literatura alemana se sitúa de lleno -para bien o para mal suyo- en el ojo de la tormenta" (p. 7); "Los hitos históricos que jalonan más precisamente la segunda mitad del siglo XX, o tienen su epicentro en Alemania, como la Segunda Guerra Mundial y sus hondas secuelas, o repercuten más allí que en otro lugar, como el desmoronamiento del orden alternativo al sistema capitalista, o siquiera guardan un correlato directo, como las crisis económico-políticas que se concentraron entre 1967 y 1968" (p. 7).
En tercer lugar Burello utiliza un criterio de selección de textos muy valiosos para los lectores que parten desde el castellano para acercarse a la literatura alemana: "en lo que sigue se ensayará un esquema posible de esta historia apasionante, apenas revelada al actual lector en castellano. Renunciando por principio a toda absurda pretensión de ser exhaustivos. Aquí optamos por la representatividad de los textos y los autores abordados, atendiendo a su relevancia intrínseca e incluso a su eventual disponibilidad en castellano" (p. 8).
La época del Tercer Reich se abarca en el capítulo "El silencio" en el que se analiza la complicada vida cultural de los intelectuales sometidos al régimen o comprometidos con él, así como se atiende al fenómeno posbélico y básicamente a la literatura del exilio y de la emigración. De forma clara y precisa se vierte una visión de conjunto sobre la llamada literatura del año cero, literatura de ruinas y se trata de ubicar al lector en la doble aparición de las repúblicas alemanas dentro de un tenso panorama de recuperación del campo literario.
En "Balbuceos" se pasa revista a la actividad literaria y editorial de la década de los 50 y 60 en la República Federal Alemana utilizando la visión retrospectiva de aquellos como Günter Grass, Arno Schmidt, o Hermann Hesse que se convirtieron en testigos de época de incalculable valor.
El capítulo "Pedir la palabra" se detiene en el Grupo 47, sus mentores y el comienzo de una literatura más comprometida con la realidad como con Rolf Hochhuth y Peter Weiss. En "Lengua extranjera" se presenta el muro como división de dos ámbitos culturales y a los autores del Este como protagonista de un fenómeno de proyecto político en el que la libertad personal estaba coartada. Los escándalos y los espionajes, las rebeliones de los intelectuales y las fugas son el marco descriptivo del capítulo sobre la RDA a la que, ya en la actualidad, se la puede observar con mejor material y mejores testimonios que hace una década, como por ejemplo, por lo publicado por Erich Loest sobre sus archivos secretos.
"Gritos" se ocupa de los movimientos estudiantiles y de las vanguardias de la década del 60 y sus repercusiones en el campo literario tanto en narrativa como en teatro.
"Las voces interiores" habla de la nueva sensibilidad o nueva subjetividad de los 70 y Burello no olvida mencionar el comienzo de la literatura gay y feminista con importantes figuras femeninas como la suiza Verena Stefan e Ingeborg Bachmann, la literatura de corte autobiográfico (Väterliteratur) y a los autores de presencia en los medios radiales y televisivos como Jurek Becker, Dieter Wellershof, Uwe Timm.
"(con) fusión de lenguas" abarca la década de los 80 con su característica de multiplicidad y diversidad y se presentan nuevas aristas, ya que Burello toma en cuenta la literatura de los emigrados del Este, especialmente el fenómeno de minorías germanoparlantes que utilizan el alemán como idioma literario, del cual en fecha de aparición de este libro, Herta Müller se convierte en Premio Nobel. "Verdad es que más allá del significado político de la recepción de las víctimas del eje Moscú- Berlín, la inclusión de la "otra Alemania" viene a sumarse a los actuales debates por la memoria y la identidad, con los que la literatura supera el nivel del individuo y traspola la reflexión a lo social y lo nacional, sin abandonar el plexo temático recurrente de la década anterior" (p. 93).
También en esa década corresponde hablar del posmodernismo alemán con figuras como Christoff Ransmayr, Patrick Süskind, tanto como del revisionismo de Peter Weiss en "La estética de la resistencia", sin obviar la conjugación de los nuevos medios de la comunicación en el campo cultural, que genera figuras híbridas como Herbert Achternbusch. Otro tanto pasa con esa década en Suiza y Austria, de los cuales se toma a Elfriede Jelinek (Premio Nobel 2004), Thomas Bernhard y Peter Handke.
En "a viva voz" Burello encara la década del 90 con el tema ineludible de la reunificación con la "literatura del cambio" (Wendeliteratur), el gran conflicto y discusión a propósito de Christa Wolf, la de los nuevos autores surgidos después de la reunificación como Thomas Brussig o Marcel Beyer, Ingo Schulze que responden a una modernidad de páginas Web y entrecruce de medios. Otro lugar aparte lo ocupan figuras disímiles como Bernhard Schlink y W.G. Sebald, quienes aportan otra literatura debido quizás a su franja etaria (nacidos en 1944) y su concepción original y propia de la literatura. Tampoco se omiten en este "Panorama" la literatura de migrantes como en el caso del novelista alemán de origen turco Feridun Zaimoglu o la escritora Emine Sevgi Özdamar, o la de Georg Tabori que si bien es húngarobritánico quedó inscrito dentro de este sistema cultural. El cierre de los noventa no omite el caso Günter Grass con su revisión del siglo, ni el de Martin Walser y su antisemitismo en "La muerte de un crítico".
Como todo intento de acercarse a lo último aparecido queda el final abierto de la actual literatura alemana, multifacética, multicultural, abarcadora de fenómenos de longevidad artística como Jünger, Grass, Lenz, pero también de precocidad como Juli Zeh y Daniel Kehlman que empezaron como novelistas ventiañeros. También está la pregunta de la sobrevida de la literatura alemana a causa de la globalización y de la falta de problemas, pero eso ya pertenece a la ciencia oracular y a nuestra impaciencia de contemporáneos.
Con este libro tan bien estructurado y compactado en información se ofrece un claro espectro de estas décadas pasadas y se adapta tanto a la necesidad de un lector que desea informarse como a la curiosidad de un estudiante universitario que espera encontrar una visión de conjunto de la literatura en lengua alemana, sin dejar de mencionar la presencia de una acertada bibliografía secundaria general y específica en alemán y en castellano seleccionada con muy buen criterio.
Aquellos profesores que tienen el honor de enseñar en la universidad Literatura en lengua alemana en castellano, como es mi caso, le agradecen al autor el aporte realizado con esta obra.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Mal Elemento

El Viejo León del Zoo, por Fabián Casas.

Presentación: Escribir en Español (en La Plata)

Entrevista a García Negroni: "En busca de la lengua precisa"

María Marta García Negroni presenta aquí una nueva edición de su manual "Escribir en español", para expertos y para lectores no especializados. 
Revista Ñ
Por Carolina Tosi






Ezra Pound sostenía que los buenos escritores eran aquellos que conservaban la eficiencia del lenguaje y construían un discurso preciso, claro y legible. Sin dudas, este principio puede extenderse y aplicarse a los autores de cualquier tipo de texto, sea ficcional o no. En efecto, para lograr una adecuada expresión en lengua escrita en las diferentes manifestaciones de la comunicación humana es necesario ofrecer claridad y precisión. Pero, como es sabido, esta no es una tarea para nada sencilla, y los problemas de redacción pueden aparecer en diferentes niveles, ya sea asociados a cuestiones normativas y gramaticales, ya sea relacionados con la organización global del texto ­relativa a su coherencia, cohesión y adecuación­. En este sentido, los materiales de consulta, como los diccionarios, las gramáticas y los manuales de estilo, son los aliados incondicionales para quienes, expertos o no en la redacción de textos, aspiran a una expresión más apropiada. Pero además, en la actualidad, la consulta de estos materiales resulta imprescindible, a raíz de las diferentes actualizaciones que se han producido en los últimos años en la gramática y la normativa de la lengua.
En este contexto, Escribir en español. Claves para una corrección de estilo , el reciente manual de estilo escrito por María Marta García Negroni, que se presenta el miércoles 22 a las 18.30 en el Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA), 25 de Mayo 217, es una obra de consulta necesaria y fundamental por diferentes razones. Por un lado, exhibe los diversos aspectos normativos que rigen el uso de la lengua escrita atendiendo a las últimas normativas de las Academias Americanas de la Lengua y de la Real Academia Española.
Por otro lado, la gramática presentada no se reduce a un listado de normas prescriptivas que se deben cumplir automáticamente, sino que, por el contrario, García Negroni se ocupa de poner en evidencia el sistema de las regularidades lingüísticas con el objetivo de que los lectores reflexionen sobre las recomendaciones normativas que las sostienen. Según la autora, Escribir en español pretende asistir a los lectores en la búsqueda y el reconocimiento de las múltiples posibilidades expresivas de que disponen y de ofrecerles claves para una corrección de estilo, teniendo en cuenta que no existe una única versión "correcta" de un texto.
La primera parte del libro presenta aspectos relacionados con la ortografía. Allí, se explican las reglas de ortografía y de acentuación, el uso lingüístico y no lingüístico de los signos de puntuación, las letras mayúsculas, minúsculas y las tipografías especiales. Por ejemplo, se exponen las palabras con doble acentuación como "cardiaco/cardíaco" o "elite/élite" y se explica la ortografía de ciertos parónimos que suelen traer confusiones, como las formas "porque", "por qué", "porqué" y "por que". En los capítulos que siguen, se describen las diferentes clases de palabras en forma detallada y se incluyen explicaciones sobre su empleo. La última parte, que puede considerarse la más innovadora, trata cuestiones de léxico (impropiedades, faltas de precisión, combinaciones contradictorias, neologismos innecesarios, problemas de registro, vulgarismos).
Por ejemplo, se exponen las formas extranjerizantes que tienen que ser evitadas debido a que existen palabras en español con similar significado, como "solicitar una beca" en vez de "aplicar una beca", o "archivo adjunto" en lugar de "attachment". Además, se incluyen listas de siglas, abreviaturas, extranjerismos aceptados (como el uso de marketing o de software o de sex-appeal), neologismos por acortamientos (como "depre" o "narco"), préstamos (como "emoticón" o "muyahidín"), y latinismos de uso frecuente, etc.
Finalmente, en el último capítulo, se desarrollan aspectos relacionados con la presentación de textos científico-académicos. Allí, se aborda la incorporación de citas y su valor argumentativo, así como las formas de incluir la bibliografía y demás elementos paratextuales.
Es así como, desde una perspectiva abierta y renovada, García Negroni plantea el placer por el uso de la lengua y logra abrir el juego a todos aquellos que buscan mejorar su escritura. En esta entrevista habla acerca de ello y, además, de la importancia del español en la actualidad.


Ver toda la entrevista

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Este fin de semana: Feria de escritores y editores

 

En el marco del festejo del bicentenario de la Biblioteca Nacional, estaremos en la Feria de editores y escritores, en la Plaza del Lector, haciendo algunos descuentos. Los esperamos.

martes, 7 de septiembre de 2010

Feria del Libro de La Matanza


Del 16 al 21 de Septiembre se va a estar realizando la 3er Feria del Libro Municipal de la Matanza. Allí estaremos con algunos libros bajo el brazo.

lunes, 30 de agosto de 2010

Adios al punk


"Empezó a publicar a los 38 años, pero de un modo arrollador: parte de la generación vanguardista, bohemia y lacaniana de fines de los ’60, era un publicista exitoso en plena dictadura cuando ganó el Premio Coca-Cola con Mis muertos punk (1979) y empezó un nuevo capítulo en la narrativa argentina. Sus libros de cuentos (Música japonesa, Ejércitos imaginarios, Pájaros de la cabeza, Restos diurnos) entendieron como pocos la vida cotidiana bajo la dictadura y la transición democrática. Los pichiciegos (1982), escrita durante la guerra, se cuenta entre las mejores novelas bélicas del siglo. Sus artículos periodísticos envolvían en provocación un desafío lúcido a los lugares comunes del pensamiento. Sus poemas lo mostraban inquisitivo ante el extrañamiento de la vida. Y sus novelas, sobre todo las publicadas a partir de Vivir afuera (1998), como un bisturí sociológico de la Argentina. Además, su editorial La Tierra Baldía alentó a los poetas y escritores más radicales de su época. Pero siempre su obra y su mirada estuvieron puestos en rasgar el complejo velo de palabras que cubre ese lugar en el que vivimos y que llamamos realidad. La semana pasada, Rodolfo Enrique Fogwill, el escritor que quiso convertir su nombre no sólo en adjetivo sino también en marca, murió a los 69 años. Radar lo despide a través de amigos, escritores y lectores de la obra que dejó."

La muerte según Fogwill Por Vera Fogwill
69 Por Juan Ignacio Boido
Despiadado West por Alan Pauls
Música Por Maria Moreno
Fogwill, o algo por el estilo Por Eduardo Grüner
El último pichiciego Por Carlos Gamerro
 Memoria de paso Por Luis Chitarroni
Fin de fiesta Por Gustavo Nielsen
Pan ha muerto Por Jorge Accame
Oraciones a nada Por Daniel Freidemberg
El maligno Por Horacio González

viernes, 27 de agosto de 2010

Novedad Planta editora

Ver página web de Santiago Arcos editor
Memorias de un niño bombero. Cuento mágico para niños mutantes
Alejandro Jodorowsky
Dibujos de Max Cachimba
Planta editora, Colección Recién Ahora. Lecturas para jóvenes y adultos

Memorias de un niño bombero, es uno de los relatos de la serie de “cuentos mágicos para niños mutantes” de Alejandro Jodorowsky. Entre la mística, la genialidad y la buena literatura, Jodorowsky narra la relación de un niño con su padre, y a través de ellos, muestra dos modos de vivir y estar en el mundo: uno aferrado a las limitaciones de la mente, otro abierto a todas las manifestaciones del Universo. Memorias de un niño bombero es un relato para aquellos padres, dispuestos a aprender de sus hijos y para aquellos hijos que se inician en el camino de la lectura, dispuestos a conocer un poco más de sus padres, entenderlos y vivir una experiencia propia, más allá de los mandatos y convenciones.
 
Alejandro Jodorowsky nació en Tocopilla, Chile, en1929. Es escritor, director de cine, filósofo, dramaturgo, actor y poeta. Sus trabajos literarios concentran varios motivos centrales de las culturas y resignifican textos más ricos de la cultura occidental. Entre sus primeros trabajos ha publicado La princesa Araña, autodefinida como ´una asquerosa opereta surrealista para niños mutantes´ - en coautoría con la escritora y pintora surrealista Leonora Carrington, y La fantasma cosquillosa, una obra para títeres conocida también como ´farsa iniciática´.

jueves, 26 de agosto de 2010

Curso Narrativa Actual

Narrativa Argentina Actual. Un mapa.
Primeros y terceros viernes de cada mes de 19 a 21
Empieza el Viernes 3 de septiembre
Eterna Cadencia. Honduras 5574
Inrformes e inscripción: nicolasvilela@hotmail.com


Lecturas:

Frío en Alaska de Matías Capelli (Eterna Cadencia, 2008)
Dame pelota de Dalia Rosetti (Mansalva, 2009)
El trabajo de Aníbal Jarkowski (Tusquets, 2007)
"San Vicentico" de Sol Prieto (en Los días que vivimos en peligro, Emecé, 2009)
"El señor Cara de Lechuza" de Washington Cucurto (en Los días que vivimos en peligro)
Los lemmings de Fabián Casas (Santiago Arcos, 2010)
Bajo este sol tremendo de Carlos Busqued (Anagrama, 2009)
La garchofa esmeralda de Alejandro Rubio (Mansalva, 2010)

martes, 24 de agosto de 2010

Quique Fogwill


Santiago Arcos editor se mandó a la calle con dos títulos a mediados de 2002. Uno de ellos fue Aventuras de un novelista atonal de Alberto Laiseca. Para presentarlo nuevamente “en sociedad” le pedimos a Fogwill , de quien conocíamos su admiración por la obra de Lai, que nos escriba un prólogo para ese libro. Lo hizo gustoso, tanto es así que en dos semanas nos entregó una página de texto en Word y nosotros por la buena onda le regalamos un libro con ilustraciones eróticas japonesas (luego nos dijo que inmediatamente se lo regaló a una novia para ver si “se calentaba”). Ese fue el comienzo una relación siempre matizada por sus bromas, sobreentendidos, y chanzas inteligentísimas. Intentamos durante 8 años convencerlo de que reedite con nosotros La buena nueva de los Libros del Caminante y casi lo conseguimos (teníamos un acuerdo de palabra, un contrato sin firmar, un adelanto, un texto en pdf, una idea de tapa, una previa de Fabián Casas y Francisco Garamona que hicieron looby y mucho entusiasmo). No pudo ser: un verano financieramente horrible nos quemó el proyecto y Quique se echó atrás. La última vez que insistimos sobre el asunto, nos contestó que la novela cada vez le gustaba menos, que no entendía nuestro gusto de editores, que le parecía una mierda, etc. A nosotros nos sigue pareciendo un texto brillante pero había algo en La buena nueva… que Fogwill rechazaba. Tal vez se trate de su texto más íntimo… Casas se ocupa de ese asunto en una nota que publicó en “Perfil” y que va a salir en Breves apuntes de autoayuda a fin de 2010.

Bueno, la cuestión es que Quique ahora está muerto. Vale decir, ya no hay manera de volver a cruzarse con él en este mundo.

De Quique Fogwill vamos a extrañar su generosidad, su inteligencia desbordante, su prosa abrumadora. Ese don. Para nuestro gusto, fue el escritor contemporáneo (el más contemporáneo) que mejor supo sondear, recopilar para luego tramar un puñado de páginas insoslayables a la hora de entender 40 años de la cultura, la política y las prácticas sociales de este escenario que recorremos diariamente como nuestro mundo.
Un grande.


Prólogo a Aventuras de un novelista atonal, de Alberto Laiseca, Santiago arcos editor , 2002



Vuelven a imprimir Aventuras de un Novelista Atonal justo cuando se cumplen veinte años de su primera edición. El ochenta y dos fue un año significativo para la literatura argentina y para la obra de Laiseca celebrada entonces por su originalidad y desparpajo, pero más ponderada por su desobediencia al canon narrativo oficial. Por entonces se conocía su primer libro, Su Turno Para Morir, y, subterráneamente, se rendía culto a sus inéditos Cien Poemas Chinos y a sus lecturas de los primeros fragmentos de Los sorias. Se trataba de un culto social a la "atonalidad" de un autor que sabía librarse del tono de la época y que desde entonces sigue su camino a espaldas de una demanda que combina la mesura en el lenguaje con la trivialidad de los temas. A comienzos de los ochenta Laiseca venía a ofertar desmesura temática y naturalidad en la lengua narrativa. Nada en ella es impostado, porque no escribe con la lengua hablada —ese artificio magistral del grado cero del decir— sino con la lengua natural de la literatura, que, en la parodia, remite permanente a la épica y a los orígenes de la novela. La obra de Laiseca diseminó una inolvidable fauna de magos, políticos, conspiradores, escritores, santos, linyeras, perversos e inventores y todos han quedado en nuestra literatura persiguiendo sus respectivos ideales de perfección y sus diversas tragedias.
En Aventuras de un Novelista Atonal, donde efectivamente Piglia ha leído un prólogo a Los sorias todo esto se acota en dos partes: las aventuras del novelista, y las aventuras en su novela. Las aventuras del novelista son desventuras de un personaje desmesuradamente infeliz: oprimido por un espacio social y arquitectónico opresivo e irrespirable por el que sólo circulan lazos de sumisión y desencanto, persigue una obra maestra en la que ni el lector, ni el narrador, ni los que lo rodean llegan a creer. Y no hay señales de que él mismo pueda crearla ni crea en ella. La novela no existe: sale, triunfa y todos sus ejemplares desaparecen en la ceremonia pública de su adoración. Queda de ella una muestra, que es el capítulo que debió llamarse La Epopeya del Rey Teobaldo y es una nouvelle que se integra abruptamente al relato y contiene las aventuras en la novela. Es una aventura político militar de expansión cultural y geográfica que testimonia lo que las aventuras del escritor omitieron narrar: los efectos explosivos de tanta opresión y malentendido que reduce al artista y que lo habilitaron para crear la primer novela ahistórica, una guerra imperial del pleistoceno que, en su desenlace, se revela como producto de una reconstrucción arqueológica. Es lo que más conmueve del proyecto desmesurado de Laiseca: el propender a una arqueología de todos los relatos, incluyendo, como en este libro, a los de la poesía omnipresente en su obra, la música y los decires de la filosofía, la estética y la religión. Cada una de ambas historias —la del novelista y la que desarrolla el fragmento superviviente de su novela— arriesga a ser leída como una alegoría. En tal caso, no se tratará de alegoría compuesta a la vista de su referente, sino de unos prodigios narrativos que después de creados revelan su capacidad de contener y revelar.
Fogwill, junio de 2002


De La Buena nueva de los libros del caminante

El amor a la sabiduría

...Todo sería distinto si algo no me hubiese impulsado a estudiar el profesorado de Filosofía y Letras. Aquella decisión, irreversible, fue en su oportunidad tan arbitraria, tan disonante y poco razonable para todos, como fue años después la decisión de marchar (por el mundo) que arrojé a todos en la sobremesa.
-¿Quién hubiese creído durante mi brillante bachillerato que me apartaría del camino de mi padre, médico, o del de mis tíos Juan Carlos, escribano, y Adolfo, abogado?
-Nadie.
-¿Cómo dudar del futuro de ese joven apreciado por compañeros y profesores, querido por sus padres y por sus tíos, que lo colmaban de obsequios y cifraban en él -único varón entre ocho mujeres que llevaban el apellido Pérez Largo- la esperanza de que mantendría grabado nuestro nombre entre los notables de la ciudad, a quienes incuestionablemente pertenecían el médico, el abogado y el escribano Pérez Largo, ese clan que por una desgracia -diría la abuela: "por un mal de ojo"- sólo había dado un varón entre nueve descendientes?
Pero mi decisión de estudiar Filosofía y Letras fue irreversible, y sobrevinieron meses de agitación de tíos, tías, abuelos, papá, mamá, hermanas, cocinera, mucamas, amigos de la familia y amigos míos, todos formando bloque para evitar que emprendiese una carrera de fracaso. Probaron todos los métodos: su historia podría ser parte de una novela más larga y aún más tediosa que ésta, por cuanto el muchacho, que era yo, no actuaba: estudiaba encerrado en su cuarto y salía al atardecer a caminar, y unas pocas veces, a beber un escueto café en el bar donde los amigos, que ya se disponían a dejar de serlo por la agitación que movilizaba a todas las familias en su contra, jugaban al billar mientras el desgraciado buscaba compañía entre sujetos para quienes la profesión de sus mayores y la lista de notables del pueblo importaban menos que una pepita de maní arrojada a los ratones que espiaban desde el zócalo.
En efecto, asomaban ratones entre las hendijas del zócalo del Imparcial. Pero yo entonces no me creía un ratón porque ningún ratón atraería tanto interés de tantos sólo por haber elegido una cueva diferente donde roer su queso. Mi cueva, entonces, se llamaba sabiduría. Y mis amigos nuevos, a quienes las listas de notables, los linajes, los títulos y la integración de las buenas familias tan poco importaban, eran, en orden de frecuencia decreciente, vagos sin profesión que explotaban la magra jubilación de sus padres o madres viudas / anarquistas / pistoleros desocupados de la Alianza Libertadora / guardaespaldas en decadencia de sindicatos pobres / tipógrafos socialistas y anticlericales / homosexuales / jugadores / vendedores de libros / tratantes de blancas en pequeña escala que explotaban sirvientas y habitaban pensiones próximas a la estación del ferrocarril / y, en fin, todos aquellos que a pesar de esas pequeñas diferencias compartían un mismo grupo de mesas en un sector del bar alejado de mis ex-amigos, los de buenas familias (algunas tan buenas como la mía), que quemaban tardes y noches siguiendo la evolución de las bolas blancas y rojas del billar. Y así siguen hoy, doctores, profesionales, abogados, jueces y hasta intendentes, creyendo vaya a saber uno qué, pero atendiendo primero a los efectos de las cosas y, como el golpe de la mayoría de los juegos es uno, breve y sólo uno, pierden la oportunidad de mirar sus causas. Yo observé unas pocas partidas de billar y entendí: tomé mi taco, probé un par de carambolas, ponderé las grandes dificultades del juego, vislumbré medios de superarlas y cuando supe que si me imponía aprender el billar llegaría a dominarlo tanto como aquellos mirabolas que pasaban por ser los elegidos del Quilmes del futuro, me dije "esto no es para vos" y entonces no me interesó más el billar y sólo me acercaba a aquel sector de mesas cuando me llamaban para reprochar mi elección de este destino de fracaso.
Iba menos al café, y elegía la mesa de "los grasas" (los anarquistas, los pistoleros, los nazis, los borrachos, los delincuentes) y cuando alguien preguntaba por qué estaba cada vez menos con mis compañeros de colegio solía decir "A menor concurrencia propia al Imparcial mayor frecuencia de concurrencia a las mesas de los otros..." ¿Cómo no iban a odiarme? ¿Cómo no iban a andar por ahí diciendo que yo era nazi-anarquista-homosexual-delincuente-conspirador-socialista-poeta-vicioso-sifilítico-ladrón-resentido? ¿Cómo no iba a llegar a corto plazo a mi familia la advertencia de que yo, el último varón, era sólo una rata de zócalo del sórdido café El Imparcial, de Mitre y Alsina?